Desidia, tristeza y abandono


La película documental “Érase una vez en Venezuela, Congo Mirador”, de la directora Anabel Rodríguez, logró despertar un gran interés dentro y fuera de Venezuela, luego de estar en la lista preliminar de 93 cintas que buscaban quedarse con un premio Óscar.

La historia gira alrededor de la población de Congo Mirador, uno de los tantos pueblos de agua del lago de Maracaibo, una aldea de pescadores y que para el momento de la filmación marchaba sin freno a la desaparición.

A pesar de que muchos ignorábamos, antes del trabajo audiovisual, la existencia del mencionado pueblo, el Congo Mirador no escapa de la polarización que divide políticamente a Venezuela en rojos y azules.

Tamara, dirigente y coordinadora del partido gobernante en la zona, es una de las principales figuras que nos adentran y enseñan cómo es la vida en Congo Mirador. Ella, pese a su ideología, está consciente de las dificultades que atraviesa el pueblo. Por su parte, Natalie, una humilde educadora, siente el temor de perder su empleo por su clara tendencia opositora.

Una de las cosas que más repudio me causó fue cuando Tamara se encuentra observando el cierre de campaña oficialista, de cara a las elecciones parlamentarias 2015, debido al discurso populista del gobernante venezolano, mientras tanto el Congo Mirador como innumerables poblaciones marchan sin rumbo fijo.

En la película documental, también se aprecia la corruptela que existe alrededor del proceso de votación en Venezuela. Entiendo pero no justifico que las personas vendan su conciencia por un par de bolívares, un dinero que al final sigue generando un círculo vicioso. Sin embargo, trato de ser empático y –como leí en algún libro- quizás en una circunstancia similar y de hambre haría lo mismo por salvaguardar a mi familia.

El triunfo opositor en los comicios parlamentarios de 2015, quizás los últimos en la era democrática de Venezuela, generó un júbilo en todo el país. En el Congo Mirador, la población sacó sus botes y al ritmo de tambores celebró con esperanza la llegada de un cambio que nunca se produjo.

Si bien el gobierno de turno movió sus fichas de forma estratégica, el Parlamento opositor de 2015 fracasó y no supo aprovechar el momento histórico que tuvo en sus manos, y hoy día sigue -pese a ser estéril- dando brazadas de ahogado.

Por otro lado, quiero resaltar tres elementos que son un claro ejemplo de que las cosas no están bien: la cruz de la Iglesia del pueblo doblada; eso quiere decir que la fe está en duda o pérdida, el estado de la escuela de la población que se halla a punto de derrumbarse; un centro educativo debe ser un segundo hogar y un lugar para la formación de la generación de relevo y por último la mirada de tristeza profunda de los niños.

Pese a tener un saldo telefónico inagotable, las múltiples llamadas de Tamara a las autoridades competentes, para resolver las innumerables problemáticas de la localidad, no tuvieron una respuesta oportuna. Ni su viaje a Maracaibo para reunirse con el gobernador del Zulia pudo darle un poco de ilusión al Congo Mirador.

Frente a la desidia gubernamental, a los habitantes del Congo Mirador no les queda otra opción que migrar, muchos lo hacen hacia Colombia, para intentar obtener una mejor calidad de vida, calidad de vida que secuestró la llamada “Revolución Bolivariana” a los venezolanos.


Cortesía: Gerardo Contreras

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